El actual contexto nos ha orillado a trabajar “en tiempo de pandemia” y bajo el marco de una “nueva normalidad”, además, hemos escuchado que debemos acostumbrarnos a lo anterior, al menos, hasta que exista un tratamiento o vacuna que ayude a enfrentar al nuevo coronavirus causante de Covid-19.
Es aquí en donde la industria farmacéutica, y las empresas que la conforman, jugarán un papel irremediablemente sustancial, lo quieran o no, porque en el momento en que informen que ya existe una solución para enfrentar el padecimiento, tendrán el desafío de dar a conocer las ventajas de la nueva terapia y por qué es positivo haber alcanzado un resultado exitoso.
Sin embargo, este sector y sus empresas tendrán que derribar o buscar la manera de quitarse la etiqueta de ser una industria que se “aprovecha de las enfermedades para enriquecerse” y de, posiblemente, alejarse del mito que la sociedad podría crear: “haber tenido el medicamento listo para usarse, pero no lo querían suministrar hasta que la gente estuviera muy enferma”.
Lo anterior resume lo que las compañías farmacéuticas han vivido durante años: desinformación. Pero hoy también viven un momento en que la información llega en exceso, y que sería sinónimo de una llana conclusión: ya no saben qué inventar para obtener dinero. Ante estos escenarios, no será sencillo que la información científica y fidedigna que ofrecen los laboratorios logre destacar.
Como ejemplo, en el documento “Periodismo, libertad de prensa y Covid-19” de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se menciona que sobre la base de un análisis de aprendizaje automático de 112 millones de posteos realizados en 64 idiomas en distintas redes sociales, todos relacionados con la pandemia de COVID-19, los investigadores de la Fundación Bruno Kessler detectaron que 40% de los mensajes provenían de fuentes poco fiables.
Otro estudio, elaborado por la Fundación Observatorio de “Infodemia” COVID-19, encontró que 42% de los más de 178 millones de tuits relacionados con COVID-19 fueron producidos por bots; 40% de ellos, además, fueron calificados como “no fiables”. Por último, la AlianzaCoronaVirusFacts ha descubierto, y desacreditado, más de 3,500 informaciones falsas o engañosas, circuladas en más de 70 países y en más de 40 idiomas.
Por lo tanto, la confianza del público hacia las empresas de la industria farmacéutica se ha visto dañada tanto directa como indirectamente, no sólo ahora, sino desde años anteriores. El reto será equilibrar la balanza valiéndose no sólo de información científica que sea comprensible para todos, sino de generar alianzas con medios tradicionales y con aquellas que operan las redes sociales.
Una estrategia particular, que puede generarse en ambos espacios, es apoyar al periodismo científico y su profesionalización. La tendencia plantea que en la era del conocimiento y la información, de un modo u otro, ambos serán consumidos por cualquier persona, no obstante, la pregunta será conocer cuál será la calidad de los datos desarrollados y difundidos, sobre todo si se habla de medicamentos y enfermedades.