Es un hecho que la 4T ha traído infinidad de movimientos en los medios. Incluso desde antes de que fueran las elecciones presidenciales de 2018, donde Andrés Manuel López Obrador resultara ganador, las aguas comenzaron a moverse desde que afirmara que en su Plan de Austeridad reduciría 50 por ciento el gasto de publicidad del Gobierno al tomar la Presidencia.
Y así fue, lo que se tiene presupuestado este año para gastos de comunicación social son 250 millones de dólares, lo que en efecto es casi la mitad de los 485 millones erogados por la administración de Enrique Peña Nieto en su último año de gobierno, según la Secretaría de la Función Pública.
Y así durante más de un año hemos visto el efecto negativo de dicho recorte: ajustes en los medios, despidos de personal, cierre de revistas, de programas, de portales. Recordemos, sólo como ejemplo, el despido masivo de 400 personas que Grupo Imagen hizo en diciembre de 2018, o los recortes en Grupo Televisa, donde se habla de alrededor de 3 mil personas que se quedaron sin trabajo.
Si bien es cierto que los medios en general viven un momento de transición a nivel mundial, ya sea en su manera de generar información y/o de vender la noticia, también es cierto que con el actual gobierno, desde los pequeños medios regionales, hasta los grandes jugadores como Televisa y TV Azteca, son afectados de una u otra manera porque la mayoría de los medios dependían (y dependen) de la publicidad del Estado.
La Secretaría de Gobernación validó recientemente el padrón oficial de medios, del que borró a 55% de los periódicos y revistas, de tal forma que retiró el registro oficial a 876 medios, los cuales ya no podrán ser acreedores a publicidad oficial, esto no quiere decir que desaparezcan o cierren, pero sí se les excluye de cualquier partida presupuestal del Gobierno Federal.
El que no se ha visto afectado es Grupo Reforma, al que en los últimos años muchas voces criticaban porque, ante la información gratuita en internet, seguía con su sitio sólo a suscriptores. Eso, que parecía una práctica añeja, es lo que ha salvado a Reforma, quién nunca dependió en realidad de la publicidad gubernamental.
De hecho, esa medida es la que están tomando en Europa, específicamente en España, para hacer más redituable lo que ya no es tan redituable… los medios cobran el contenido bajo el argumento totalmente válido de que es importante darle valor a la información corroborada, investigada, con dato. ¿Por qué pagaría alguien por información en internet, cuando la tiene gratuita? Porque se está garantizando calidad y veracidad, y eso en algunas ocasiones tiene un costo.
De hecho, en México, Televisa empezó a hacer lo propio, y dejó de transmitir gratis sus contenidos del Canal de las Estrellas por internet, a partir de octubre. Evidentemente depende mucho de la audiencia, de la cultura, del país… pero lo cierto es que la realidad está obligando a reconfigurar el negocio.
Vemos con tristeza lo que pasó aquí en México con The New York Times, que luego de tres años con presencia en el país y un aparente éxito, anunció el cierre de operaciones en septiembre, argumentando que si bien el sitio en español atrajo a una considerable nueva audiencia hacia su periodismo, no demostró ser financieramente exitoso.
La incertidumbre en los medios no cesa, se habla de 5 mil a 10 mil personas que trabajaban en los medios que han quedado fuera. Hay empresas periodísticas que han recortado gastos, al despedir unos y contratar a otros por un sueldo muy inferior.
El tema no es menor, hay incertidumbre. Tan solo hay que ver lo que sucede con Notimex, donde bajo el argumento de austeridad, se despidieron a cerca de 100 trabajadores sindicalizados, casi la mitad de los que había.
El panorama no es alentador, los periodistas tienen que luchar por sobrevivir ante los cambios tecnológicos, las caídas en ventas de publicidad, salarios castigados, las líneas editoriales, las descalificaciones… e incluso, y quizá lo más serio, la inseguridad y las pocas o nulas garantías de protección.
Ojalá que no demos pasos atrás que nos lleven a la censura o la autocensura, o peor: a coartar la libertad de expresión de los periodistas.