Uno de los aspectos positivos que ha dejado la pandemia de Coronavirus, es que gracias al confinamiento he podido retomar algunos buenos hábitos: dedicar más tiempo para el ejercicio; sentarme tranquilo a escuchar viejos discos y sentir cómo la música me hace revivir grandes momentos; o simplemente disfrutar del delicioso aroma y sabor de un café para acompañar la lectura de un buen libro.
Sin duda alguna, hay muchos títulos nuevos que me atraen, pero por lo general, vuelvo a esas lecturas clásicas que a pesar del paso de los años, se mantienen vigentes e interesantes. Una de ellas es "1984", de George Orwell, por 2 razones: la primera es que es uno de mis textos favoritos y la segunda razón es debido a las increíbles coincidencias con la realidad que se vive en nuestros días.
La obra de Orwell se ubica en un “futuro 1984” (considerando que el libro se publicó en 1949) y nos habla de un régimen totalitario controlado por el Gran Hermano, quien a través de las telepantallas observa y controla a todos los habitantes de Oceanía. Una sociedad donde se manipula la información, se realiza una gran vigilancia masiva y se vive una represión política y social. Cualquiera en contra de la ideología del Gran Hermano es considerado enemigo del sistema (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, ¿o no?).
El autor nos describe un país donde sus habitantes cada vez tienen menos palabras para usar y un pensamiento distorsionado por las ideologías contradictorias. Basta revisar los 3 principios básicos del Partido: La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza.
¿Parece alejado de la realidad? Simplemente hay que visualizar el comportamiento de las redes sociales a nivel mundial. El lenguaje está siendo reducido a videos cortos y repetitivos (Tik Tok) y a la sustitución de muchas palabras por simples símbolos (emojis).
Otro punto a destacar es la manipulación de la información. El personaje principal, Winston Smith, es empleado en el Ministerio de la Verdad y su trabajo principal consiste en revisar y modificar la historia para adecuarla a las circunstancias y alianzas que más le convienen al gobierno.
Con este último concepto, viene a mi mente lo que actualmente conocemos como Fake News, o sea, la divulgación de noticias falsas que proliferan por todos lados y que generan un gran círculo de desinformación. El auge del internet, pero sobre todo de las redes sociales, ha sido el caldo de cultivo ideal para la fabricación de noticias falsas y su rápida divulgación.
De los casos recientes más emblemáticos sobre Fake News está el ex-Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien de acuerdo con información del Washington Post, señala que durante su mandato hizo referencia a más de 22 mil afirmaciones falsas. Incluso, tras su derrota en las recientes elecciones ante Joe Biden, el ex mandatario se dedicó a cuestionar los resultados, insinuando un fraude electoral inexistente, basándose en afirmaciones falsas sobre el voto por correo.
Otro caso actual, es la gran cantidad de contenidos falsos que se han generado durante la pandemia: El virus fue creado para reducir la población del mundo como parte de un nuevo orden económico; a través de las vacunas nos insertarán un chip para controlarnos; las vacunas están matando a la gente; entre otras.
Tal es el grado de circulación de noticias falsas, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) emitió una serie de recomendaciones para no compartir fake news sobre las vacunas contra el coronavirus. Con el hashtag #PiensaAntesDeCompartir, la ONU difundió cinco preguntas que los usuarios de redes sociales deben hacerse, antes de replicar información.
Desde mi punto de vista, estas preguntas son muy válidas para aplicarse e identificar fake news, no sólo sobre las vacunas contra COVID 19, sino sobre cualquier tema en general: ¿quién es el responsable?, ¿cuál es la fuente de información?, ¿cuál es el origen de la información?, ¿por qué quieres compartir?, ¿cuándo se publicó?
De igual manera, la recomendación para evitar fake news es que se acerquen a fuentes oficiales, consulten medios confiables para obtener información, pero sobre todo, ignoren y eviten compartir la desinformación que recibimos a través de redes sociales. Cuestionen, indaguen, investiguen, lean para estar mejor informados.
No cabe duda que estamos viviendo una época muy “orwelliana”. Sin embargo, está en nuestras manos evitar que lleguemos a los niveles planteados en “1984” y transmitir este nivel de conciencia a las nuevas generaciones.
